Hay cosas con las que no puedo. Pasado el tiempo y habiéndome revisado como lo hago de hace seis años para acá, he comprendido que esos límites son en realidad, valores. Valores con los que he vivido siempre pero nunca había visto tan claramente como en esa ocasión.
Nos pidieron bajar la calidad en un proyecto para ir más rápidos.
Es como pedirme que deje de aprender o de leer. Imposible. Es un límite. Es zona roja.
Y a partir de ahí, la relación con esa persona (a la sazón, jefe importante en la empresa en la que estaba) se fue al carajo. Dejé de confiar en él.
Puede que te guste más o menos pero mi autoexigencia (de la que ya hablé en otros posts) y mi forma de ser me obligan. Por que sí, es una obligación. Me siento obligada por mis parámetros internos a dar lo mejor de mi siempre. Rebajando autoexpectativas y conociéndome a los 45 que ya calzo.
Puede que tus expectativas te lleven a pensar que no es suficiente. Ok. Lo acepto, pero si yo estoy satisfecha con lo que he hecho, me basta. Y es posible que sea menos de lo que esperas, eso no lo puedo asegurar.
El caso es que desde aquel momento, supe que la cosa no iba a acabar bien.
Para mi, claro.
Esos valores que nos inculcan desde pequeños y nos llevan a vivir como vivimos tienen que ser revisados de vez en cuando. Si no te das cuenta de cuáles son los tuyos, merece la pena que pares un tiempo y con o sin ayuda (todo está en los libros, cursos y Youtube) te descubras a ti mismo porque eso te llevará a ser mejor.
A vivir mejor tu vida.
Tal vez descubras que, pese a lo mucho que reniegas de ello, te gusta lo que haces y procuras hacerlo lo mejor posible. Ahí hay amor. Aunque reniegues.
Quizá te pase que te de igual lo mal que estén las cosas en la empresa porque estás cómodo y en una posición segura y tranquila: ahí hay dos valores, tranquilidad y comodidad, que se pueden resumir en bienestar. Y quizás, en lealtad.
Quizá te des cuenta que, cuando un cliente te dice que algo no está bien, saltas y te sientes atacado personalmente (nunca lo es). Ahí tienes que rascar porque hay algo más profundo que te lleva a sentirte así. Rasca un poco. ¿Por qué saltas? ¿Es sólo con esa persona? ¿Pasa con más de una?
Quizá, te guste ir saltando de proyecto en proyecto o llevar varios al mismo tiempo: ahí hay crecimiento.
Quizá te dé igual lo que opinen de ti y pienses que en cuanto puedas te cambias porque el acomodarte no va contigo… ¿es libertad, quizás?
Decía Jobs que sólo mirando atrás unías los puntos. Pese a lo mal que me ha caído siempre, creo que tenía razón.
Sólo tenemos que pararnos un ratito y mirarnos.
Esos valores, esos motores que nos impulsan pueden ser cientos. Te pueden empujar hacia una vida mejor o arrastrarte hacia el fango. Están metidos en nuestro núcleo límbico, a presión.
Salí de todas la empresas de las que me fui, llorando. Amor a cascoporro aunque lo intentara ocultar porque me daba miedo decirlo. He sentido cariño por todos y cada uno de mis compañeros. Sé lo que es la lealtad, hasta el punto que si cualquiera de ellos me llamase hoy le recibiría con el mismo abrazo con el que posiblemente me haya despedido de ellos.
He metido la pata cientos de veces, pero he procurado aprender siempre.
No soy perfecta, nadie lo es y la he liado, he gritado, he amenazado y me he enfrentado a bastantes más personas de las que puedo recordar. Seguramente porque estaban tocando alguno de esos valores. No es justificación ni excusas. He hecho cosas mal, muy muy mal. Y quizás hoy no lo haría así. Pero todo forma parte del proceso de crecimiento en el que amo estar.
Si eres de los que haces propósitos anuales (los míos están revisados de agosto) guárdate un día para darle una vuelta a todo lo que 2020 y 2021 te ha enseñado.
Igual te sorprendes.
Feliz 2022.